55 años de historias, memorias y corazón inemita
Escrito por estudiantes del taller de narrativas digitales
Modalidad de Humanidades 1003
Este año, el INEM Francisco de Paula Santander celebra 55 años de historia, formación y vida. Más de medio siglo siendo un referente educativo en Bogotá y, sobre todo, un segundo hogar para miles de estudiantes que han pasado por sus aulas, pasillos y espacios. Cumplimos 55 años creciendo juntos, tejiendo memorias y construyendo identidad.
En el marco de esta conmemoración, queremos compartir varios textos que nacen desde el sentir de los miembros de la comunidad inemita, desde su experiencia cotidiana, desde esa mirada honesta y entrañable que revela lo que significa ser inemita más allá de lo académico.
En ellos se mezclan la reflexión poética y las voces espontáneas de estudiantes que evocan el colegio como un espacio de transformación, encuentro y pertenencia. Se narran anécdotas personales y significativas: desde los vendedores en la reja, los patos del lago, los debates con los profes o los picnics improvisados. Cada recuerdo es una muestra del espíritu inemita: nostálgico, diverso, alegre y profundamente humano.
Estos textos son testimonio de que el INEM no es solo una institución educativa: es un universo de vivencias, un crisol de culturas, una ciudad dentro de la ciudad. Ser inemita es reconocerse en esas historias, sentir orgullo por lo compartido, y llevar en el corazón un lugar que nos forma para la vida.
Hoy, cuando celebramos 55 años de existencia, más que mirar el pasado con añoranza, lo abrazamos con alegría y lo proyectamos hacia el futuro con esperanza. Porque el INEM sigue vivo en cada historia, en cada risa, en cada paso de sus estudiantes.
Donde florece el corazón inemita
Aquel colegio, ese lugar de encuentros donde se desarrollan múltiples actividades, tiene una misión en común: el aprendizaje. ¡Su sabiduría! Para muchos, este colegio, el INEM, ha sido nuestro segundo hogar, ese otro hogar donde encontramos una familia distinta a la habitual.
Nos descubrimos en facetas que no conocíamos, en cada situación, espacio o momento. Todo eso nos lleva a una pequeña nostalgia, ya sea por recuerdos bellos, tristes o incluso difíciles. Son espacios que nos llenan como verdaderos inemitas de corazón.
He vivido cada etapa, y al mirar atrás, una profunda melancolía recorre mis pensamientos. Este lugar ha sido espectacular para muchos: un proceso que no se olvida, lleno de momentos emocionantes, un ciclo repleto de recuerdos eternos resguardados en nuestros corazones. Recuerdos compartidos con personas efímeras: amigos, compañeros, maestros, e incluso familiares que llegaron a nuestras vidas.
Este lugar no es solo una escuela, ni simplemente un espacio abierto o un punto de reunión. También es un hogar. Un hogar que despierta nuestro interés, que aclara nuestro propósito, que libera la mente de pensamientos superfluos. Un lugar que nos permite forjarnos, reflexionar y prepararnos para vivir por nosotros mismos.
¡Gracias! Por todo lo que logras, incluso sin darte cuenta.
Por Juan Diego Torres y otros
INEM: Un lugar lleno de historias
El ser humano, en su constante cambio de necesidades, va surcando y transformando los espacios en los que se desarrolla. Nosotros, como estudiantes inemitas, nos formamos y vivimos una etapa clave de nuestra educación básica y media en el colegio INEM Francisco de Paula Santander.
Este es un colegio de extensión masiva, con una gran diversidad cultural y un amplio número de estudiantes. En este escrito, queremos compartir algunas experiencias vividas por los integrantes de nuestro grupo.
El INEM ha sido testigo de innumerables vivencias para quienes hemos pasado por sus aulas. Desde los primeros días llenos de incertidumbre hasta el tránsito cotidiano por sus pasillos, este colegio ha sido escenario de amistades, aprendizajes y recuerdos imborrables. Cada estudiante que ha caminado por sus espacios tiene una historia que contar, una perspectiva única sobre lo que significa crecer en este entorno.
Manuela Zamora:
Desde que llegué al INEM, algo que siempre me ha llamado la atención es la venta de comida en la reja. Es curioso cómo, aunque el colegio no tiene cafetería, la solución ha sido una serie de vendedores apostados en la entrada, listos para ofrecer desde empanadas hasta jugos de todos los colores. Cada receso se convierte en una carrera para alcanzar algo antes de que la fila se vuelva interminable.
Aunque a veces nos quejamos de los precios o de que todo se acaba muy rápido, es innegable que ese punto se ha convertido en un lugar de encuentro lleno de historias. Recuerdo una vez que a un compañero se le cayó la arepa justo cuando iba a darle el primer mordisco. Su cara de decepción fue tal que alguien más le compró otra. Son esos pequeños gestos los que hacen que este lugar sea especial.
David santiago Parra:
Una de las cosas que más me han marcado del colegio es la relación con los profesores. Aquí hay de todo: quienes se esfuerzan para que uno aprenda, quienes nos dejan tareas como si no tuviéramos otras materias, y aquellos que, de vez en cuando, sueltan un chiste que nos hace olvidar el estrés.
Recuerdo una vez, en clase de filosofía, que un profesor comenzó a debatir con nosotros si la verdad era una definición absoluta o no. Al final, toda la clase terminó en una discusión sin consenso. Otro día, en religión, un profesor hizo una apuesta con nosotros: si todos sacábamos más de 4.0 en un examen, nos traería dulces caseros. La presión fue tanta que todos estudiamos como nunca. No todos alcanzamos la nota, pero el esfuerzo fue suficiente para que igual nos trajera los dulces. Son esas cosas las que hacen que el colegio no sea solo un lugar de estudio, sino también un espacio para crear recuerdos inolvidables.
Joshua Caballero:
Desde el primer día que llegué al colegio, me sorprendió ver a los patos encerrados en una reja. No entendía por qué estaban ahí ni qué hacían en medio del colegio. Con el tiempo, me di cuenta de que se habían vuelto parte del paisaje, casi como un símbolo del INEM.
A veces, cuando los profes nos dejaban salir del salón, íbamos a verlos y a comentar lo curiosos que eran. Algunos decían que antes podían andar sueltos, pero ahora están allí, mirando a todos los estudiantes como si también fueran parte de la comunidad. Recuerdo que una vez, en medio de un aguacero, los patos estaban más felices que nadie, caminando de un lado a otro como si fuera su momento de gloria. Todos corríamos a refugiarnos, pero ellos disfrutaban de la lluvia sin preocupación. Fue una imagen tan extraña como divertida, y me hizo pensar en cómo la perspectiva lo cambia todo.
Nicolás Alvarado Califa:
El INEM tiene algo especial que lo hace único: se siente como una pequeña ciudad dentro de la ciudad. A veces uno pasa tanto tiempo aquí que termina conociendo cada rincón, cada pasillo, e incluso los mejores horarios para encontrar un lugar tranquilo donde sentarse.
Hay días en los que todo parece rutina, pero de repente ocurre algo inesperado: un profesor llega tarde y todos celebramos en silencio, alguien se tropieza en la plaza principal y terminamos riéndonos juntos, o aparece un vendedor con algo nuevo y todos corremos a probarlo. También están esos momentos en los que el cansancio gana y nos quedamos dormidos en clase, solo para despertar con la risa de los compañeros.
Uno de los recuerdos más curiosos que tengo fue cuando intentamos hacer un «picnic» en medio de la plaza principal durante un receso largo. Llevamos comida, nos sentamos en círculo como en un parque y todo iba bien… hasta que un grupo de palomas decidió unirse al almuerzo. Terminamos corriendo y salvando lo que pudimos, pero es una de esas anécdotas que recordamos con risa cada vez que nos reunimos.
No sabemos qué vendrá en los próximos años, pero algo tenemos claro: el INEM nos está dejando historias que recordaremos mucho después de habernos graduado. Este colegio no es solo un lugar de estudio, es un conjunto de experiencias que, sin darnos cuenta, nos están formando para todo lo que viene después.
